Poder, progreso y tecnología ofrece una reflexión crítica sobre el papel estructural de la tecnología en las sociedades contemporáneas, desmontando la visión dominante de que el avance tecnológico es siempre sinónimo de desarrollo y bienestar. A lo largo del texto, se argumenta que la tecnología no es un proceso neutral ni inevitable, sino un producto social profundamente influido por intereses económicos, políticos y culturales.
El autor señala que la historia del progreso técnico ha estado estrechamente ligada a la concentración de poder, donde las decisiones sobre qué se desarrolla, para qué y para quién, se toman dentro de marcos institucionales dominados por élites. Desde esta perspectiva, la innovación tecnológica tiende a reforzar jerarquías sociales y económicas existentes, más que a democratizar el acceso al bienestar.
Uno de los ejes centrales del análisis es la manera en que las tecnologías —desde la automatización hasta la inteligencia artificial— están transformando las condiciones laborales, desplazando empleos y modificando la organización de la vida cotidiana. El texto muestra cómo estas transformaciones, lejos de ser únicamente técnicas, tienen profundas implicaciones éticas, políticas y sociales. La tecnología, cuando no está orientada al bien común, puede consolidar formas de vigilancia, dependencia digital y exclusión sistémica.
Asimismo, se critica la retórica del progreso que rodea a la innovación, la cual tiende a invisibilizar los costos ecológicos, la obsolescencia programada y la falta de participación democrática en las decisiones tecnológicas. Frente a ello, el autor plantea la necesidad urgente de someter el desarrollo tecnológico a procesos deliberativos y a criterios de justicia social y sostenibilidad ambiental. El libro invita a repensar la noción de progreso en el siglo XXI, reivindicando una tecnología al servicio de las mayorías, regulada con criterios éticos, y que contribuya a la equidad, la libertad y la vida digna.




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